jueves, 15 de abril de 2010

MIGUEL SERRANO: LA LARGA VIDA DE UNA SAGA

El pasado 28 de febrero amaneció nublado, lluvioso. Los relámpagos cortaban el día, rugiendo desde los dominios estelares e intentando aterrar con iras divinas a los hombres que, desde hace muchas centurias, ya no les temen. Una postal inusual, insólita; inesperada en el Santiago de pleno verano.

Fue un hermoso día, sin embargo, para que don Miguel Serrano Fernández se marchara y dejara la patria por la que tanto soñó y luchó, convencido férreamente en su ideario. Él siempre creyó en las sincronías. Un día veraniego pero con lluvia y rayos cayendo del cielo, cual tormenta de golpes iracundos del martillo de Thor, usando la bóveda celeste como yunque.

Serrano vivió siempre en la excepción, en la disidencia, en la rebeldía: en lo que no debe ser, pero es. Remó contra todo y contra todos, sin escatimar en las consecuencias que le traería esto a su carrera, a su prestigio o a su reconocimiento en el mundo de las letras, valorado sólo por un puñado de leales escritores y colegas de oficio. También amó como sólo él podía a nuestra ciudad, nuestro Santiago del Nuevo Extremo: sus rincones y esquinas, esas que vivía transitando y recorriendo como si fuese su primera vez en ella:

"Siento nostalgia todos los días -declaró una vez, entrevistado por el portal Nuestro.cl-. Pero todavía existe el Santiago secreto, los cités, los viejos barrios, Avenida Matta, Mapocho. En todas partes hay secretos lugares, secretas plazas. A pesar de los rascacielos. El barrio Concha y Toro, Valparaíso. La calle Carmen, la calle Marcoleta. El cerro Santa Lucía... Siento nostalgia de las conversaciones en los bares hasta el amanecer, del sentido de la amistad".

Los mismos que ayudaron a esconder bajo la alfombra de la biblioteca a las horrorosas odas de Pablo Neruda para los crímenes de Stalin, o que tendieron mantos de seda opaca sobre los incendiarios discursos de Volodia Teiteilboim justificando con fanatismo las masacres de la tiranía bolchevique, jamás le perdonaron a Serrano sus filiaciones políticas "políticamente incorrectas", sin embargo. Prefirieron presentarlo como el nazi chiflado, asiéndose de uno que otro antojo para sostener el anatema que, en realidad, sólo buscó deslegitimarlo ante la posibilidad de cualquier premiación o reconocimiento a su trabajo.

Serrano se fue, así, ajeno a los premios, pero no al afecto de quienes le conocieron. Me sorprendió gratamente la diversidad de los asistentes a su último adiós: intelectuales, artistas, músicos, poetas y, por su puesto, su círculo de camaradas. Su muerte, acaso, llamó a tanta homogeneidad como la que tuvo también alrededor de su vida, aunque algunos consideren esto incomprensible, cegados por los prejuicios en torno a su persona.


¿QUIÉN FUE EL VERDADERO MIGUEL SERRANO?

Don Miguel Serrano Fernández falleció en la mañana del sábado 28 de febrero de 2009, producto de un derrame cerebral. Sus restos yacen sepultados en el Cementerio General de la ciudad de Santiago; la misma urbe que le vio nacer, partir, volver y morir.

Muchos neuróticos e histéricos preferirán recordarlo siempre como un rabioso nazi, antisemita y racista. Unos por simpatía a la causa; otros, por desprecio a la misma. Fanatismos, finalmente, que por sí solos nunca dejarán darle la lectura real a uno de los más grandes escritores nacionales, que se condenara a sí mismo con sus dogmas, sus convicciones, sus luchas, quizás, pero también con su consecuencia a toda prueba, sus convencimientos profundos y su sentido radical de la honestidad de pensamiento. "La lealtad -su gran virtud- fue también su gran defecto", escribió Warnken en su hermoso homenaje a Serrano, publicado en "El Mercurio" del 3 de marzo.

Por supuesto, la mejor parte de su obra escrita correrá el riesgo de ser sólo superficialmente estudiada, en la alimentación permanente del anatema que también pesó sobre Pound y Evola, sus amigos, sus camaradas. El intento demonizador tendrá el acento en su individualidad, en el retrato del monstruo que algunos usan para esconder la trascendencia de las letras "condenadas". No es caso nuevo: Para negarle el premio a María Luisa Bombal, hubo que hacer énfasis en sus vicios de copas. Para no dárselo a Lafourcade, lo acusaron de "poco serio". Huidobro era demasiado joven y se le presumepacto con el Diablo; Teillier también era caído al frasco. Y Serrano, bueno, no cuesta nada: era nazi, con eso basta, porque el Nacional de Literatura se ha vuelto un reflejo de la buena conducta política cuando se trata de enaltecer a la camarilla de escaso aporte a las letras o, a la inversa, hacerle vista gorda al comprometedor currículo extraliterario de los premiados. Es, por lo tanto, chivo expiatorio para apartar a todos los autores que incomoden, como Serrano.

Unos dirán que fue anciano loco atrapado en fantasías vetustas; el mismo "loco" que, sin embargo, sin tener que elevabar su pausada voz en los restaurantes del barrio, acaparaba la atención voluntaria de todos los que estaban presentes, hipnotizados por la cantidad de conocimientos, por su cultura, por la vastedad de su lenguaje, por la racionalidad de sus juicios. Otros no le dejarán pasar jamás sus afirmaciones racistas, recordando frases contra judíos, negros o indios... Y nunca sabrán lo que sucedía en su casa, cuando recibía cordialmente a muchachos de origen judío que le visitaban buscando información u orientación; o cuando hacía apología de la raza mapuche, considerándola bastión forjador de nuestra chilenidad, activa en nuestro mestizaje nacional. Ni siquiera el caluroso reconocimiento que hiciera a la calidad de autores de origen judío, como Paul Rée, Gustav Meyrick o Stefan Zweig, ni la amistad que mantuvo con Volodia Teiteilboim hasta su muerte, le librarán del dramatismo absolutista de la cita a alguna de las varias líneas de texto más polémicas que pudo haber escrito.

Por mi parte, le recordaré por siempre allí en Lastarria o Victoria Subercaseaux, caminando con su gorrito de ala, mientras los perros callejeros le hacían fiesta como si se tratara de su dueño. De hecho, el único premio oficial que pudo recibir por su obra fue un sencillo reconocimiento que se le entregó tras publicar un hermoso escrito para uno de sus perros, al morir éste. Atesoró este sencillo premio como un testimonio de su amor por los animales.

O puedo recordarlo también, bebiendo una copita de ese licor digestivo, el "Araucano", que tanto disfrutaba, siempre convidando a sus visitas a degustarlo, en su salón verde lleno de símbolos, banderas, retratos y una hermosa espada
Excalibur colgando del muro. Un hombre octogenario que nunca se sintió incómodo entre sus jóvenes amigos y admiradores, allí en el "Gatopardo", o en el café literario "Mosqueto", de Cristián Warnken, donde hubo un tiempo en que los curiosos podían encontrarlo casi a diario. Tuve el privilegio de conocerle en persona a fin de cuentas, por azares, símbolos, paradojas o lo que sea que la gran voluntad dispuso. De conocer también sus tendencias nictófilas en un conocido restaurante "Lili Marleen", de Providencia, donde las charlas se extendían hasta la madrugada. Alguno de los comensales cercanos nos ofreció volver a llevarnos al Centro, donde vivíamos la mayoría de nosotros, en el mismo barrio, en una oportunidad. Allí, dentro del pequeño automóvil, don Miguel venía alegre y risueño como uno más entre los apretados acompañantes, celebrando la cara de sorpresa con que los transeúntes que lograban reconocerlo entre bultos, chascas, y posiciones acrobáticas dentro del vehículo en movimiento.

Nos resulta claro que Serrano se ganó un lugar honorable en las artes nacionales, más allá de lo que pretendan los muchos enanos que irán a ladrarle a su tumba, desde que ésta aún estaba tibia; pero también nos es claro que dicho sitial le fue negado por toda su existencia. Como sucedió con Pound, tal vez tendrá que transcurrir mucho tiempo para aceptar que los genios de la literatura no tienen la obligación de pensar al encanto del paladar de nosotros que, apenas, somos sus lectores... Apenas lectores.


Criss Salazar

(http://urbatorium.blogspot.com/2009/03/miguel-serrano-cuando-la-vida-es-una.html)

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