martes, 27 de abril de 2010

Estimado Maestro,

En este día, en que el Laurus nobilis en su máxima floración e inextinguible fulgor centelleante, corona con el supremo realce de la gloria la frente incólume del excelso bardo de la Minne, acariciando sus blancas sienes donde la bella Calíope y la amable Erato rozaban sus mejillas susurrando con voces quedas, imperecederas y sutiles la cautivadora melodía secreta de la áurea lira de Febo, que eleva las almas de los hombres notables hasta el sagrado lagar donde los poetas escancian el aurum potabile de la inmortalidad, dotándolo a usted de una visión magnífica, liberadora y sagradamente sobrecogedora que se ha erigido como el emblema cautivante de nuestra lucha eterna, el leitmotiv de la ópera universal, la sacra nota que vibra en todo cuanto es eterno y divino.

En este día, cuando “Al cap des set cent ans verdegeo el laurel”, el espíritu superior colmado hasta el éxtasis de la visión beatífica de la belleza, de aquella visión transfiguradora, cumple 88 mágicos años en ésta ronda, trayéndonos la Luz de la Revelación en medio de las tinieblas provenientes de las tenebrosas fauces del lobo, alzo mis brazos hacia el firmamento y como decía aquel viejo compañero encerrado en su torre —antes que la mañana lo ilumine y antes que la vida arda al mediodía— , descienda ante usted toda la Gloria que su alma reviste y sea ungido con el suave bálsamo imperecedero de a-mor siéndoles revelados una vez más los silenciosos nombres de los Dioses presentes junto a los que usted morará hasta el día de la lucha final.

Heil Don Miguel, Heil Gran Poeta!
Sieg Heil!

Raymond von Thrudheim
(Palabras dedicadas a Don Miguel al cumplir sus 88 años)

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