martes, 27 de abril de 2010

LA CEREMONIA INEXISTENTE

“Y entonces tú saltarás a esa flor y te quedarás
en ella. Parece difícil; pero es el resultado
del trabajo, de la espera de tu vida, en
especial de tus bodas (…) esa flor en la que
tú entras, es el fruto final de tu alma, es tu
última creación”.

Miguel Serrano Las Visitas de la Reina de Saba.

Ha de quedar registro de lo que ocurrió tras un velo*, ocultos al resto de los paseantes, extemporáneos, colgábamos de un apéndice de la historia. En aquella cápsula sin tiempo, suspendidos sobre una roca del cerro Huelén, torre y abismo, nadie puede asegurar que estuvo ahí… Celebrábamos la sublimación volátil de un espíritu que se construyó enorme e hizo allí su aparición como un manto. Miguel Serrano se encargó de llevar a ese innombrable y el resto espectaba el suceso. No hubo fenómeno natural que nos distrajese de esta creación humana, obra y ser conformados como un poderoso mito con pies de hielo. ¿Dónde estuvo el homenajeado a quién se agasajó y coronó como a un héroe retocado por la leyenda? Ciertamente no estuvo ahí. Su inasible épica se transfigura en los que lo continúan, pero el canto ya no es el mismo.

La ceremonia fue delicadamente creada, pieza a pieza, como un alma y fue el resumen de todo, un recuento hermoso y dolido. El poeta laureado, blanco e imperturbable se remitía a brillar, no es exagerado afirmar que emitía luz y su nombre para él ya perdía sentido. Los asistentes formábamos un corro de herejes venerando a dioses perdidos o enterrados, se invocó a Apolo, se cantaron himnos órficos y se pidió por la furiosa venida de Kalki. La primera estrella de la tarde se adelantó en brillar y la gaita se llenaba del aire de un guerrero bárbaro. El saludo a los césares con el brazo en alto después del sonido de los címbalos… y colgábamos del cerro. Las huestes desarticuladas bajaban los brazos, todos sabíamos de que se estaba hablando pero en la guerra de símbolos, a la que nos llamó este hombre, sólo pueden luchar unos pocos.

Previa enumeración de algunos “nombres mágicos” del homenajeado -guerrero trovador, cantor de la Minne, Hermod, peregrino de la gran ansia, vigilante de la aurora, revelador del mito, poeta y mago- y en nombre del Último Avatara y de la Patria Mística, se dio inicio a un ritual extraído de la historia oculta de los pueblos “arios pre-cristianos”. Sonó un cuerno de caza, se encendieron cirios, se escucharon campanas. Tres jóvenes formadas como sacerdotisas oficiaron la ceremonia ataviadas con los colores de las bodas alquímicas: blanco, negro y rojo, portaban objetos simbólicos, representaban a los elementos. Una niña de siete años vestida de griega repite unos versos que escribiera y luego olvidara Jorge Teillier, “Qué historia es esta” era su título y ¿Qué historia es? Luego el texto “El laurel” de Friedrich Hölderlin leído en español por el “narrador”, encargado de condensar en un pergamino y gritar al viento las claves de lo que enseñara el maestro y que muchos han tardado en descubrir. Se trata de un romántico decimonónico que, a la usanza antigua, habla de un poeta que renuncia a todo hasta realizar una “obra de hombre”, hasta conquistar el primer laurel.

Las mujeres hacen una representación oral de Las visitas de la Reina de Saba, un texto alegórico de la peregrinación, búsqueda y hallazgos de Serrano. Esta historia visionaria, escrita hace más de cuarenta años, es tan exacta a la proyección y concreción de la existencia de su autor, que conmueve a los asistentes. Poderoso como un texto bíblico, este mito fundacional se encuentra en los cimientos de la religión que propone este escritor. ¿Ilusos o iluminados? Miguel Serrano nos ha hecho partícipes de esta epopeya, compartimos una celda colmada de mitos, símbolos y leyendas áureas porque su obra tiene sentido. En tal ocasión se leyó una carta enviada por el poeta Armando Uribe, miembro de su generación que afirmaba: “Mientras se lee un libro de este poeta de la prosa, sus razonamientos del otro mundo, con perfecta sintaxis racional para expresar lo que sería indecible por todo otro escritor, convencen al lector de tal manera que éste se hace habitante del mundo impar de Miguel Serrano, natural de su planeta”. Uribe cerraba su epístola dictando que “al celebrar su paso firme por el tiempo, se rinde un acto de justicia humano y poético”… eso es lo que los asistentes secretamente sentíamos, con la impotencia de saber que nada de lo que se hiciese sería suficiente.

Constantina

* Homenaje a Don Miguel laureado al cumplir 88 años.

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